viernes, 20 de julio de 2012

Humilde / Xumea



Leí una vez que había que vivir los días como compartimentos estancos. Eso quiere decir que hoy, vivimos hoy, no mañana. Mañana lo viviremos después de que el reloj pase de la hora 24. Porque si no vives este momento consciente de lo que estás haciendo, mañana no lo vas a poder recuperar. La enfermedad es una carrera de fondo. Debes estar concentrado en tu ritmo una vez que lo hayas establecido. No pienses en qué harás en el kilómetro 5 si aún vas por el kilómetro 1. 
El Oeste
Ahora llegan los Juegos Olímpicos de Londres. Dentro de unos días no vas a librarte del bombardeo mediático sobre récords y medallas. El glamour de las entrevistas y las recepciones a los deportistas. Recibimientos multitudinarios a los que hayan ganado una medalla de oro. Cuando escribo esto es 19 de julio, ¿qué estará haciendo quien vaya a ganar la medalla de oro en el maratón?. Seguro que no estará pensando en cómo subirá a lo más alto del cajón para recibir el premio, si tendrá calambres o diarrea; en cómo será el protocolo en la embajada. ¡No! ¡Eso no entra dentro del programa para hoy! Hoy ha tocado sesión de estiramientos, 25 kilómetros de trote, nueva sesión de estiramientos y una buena paliza de masaje. Concentrado en las alarmas de su cuerpo por si hay que poner al fisioterapeuta en marcha, este será el plan que va a funcionar durante la jornada. Lo que se salga de esto no va a funcionar.
Hace una semana que terminé mi primer ciclo de quimioterapia. Las reacciones de mi cuerpo al estímulo de las sustancias que me han inyectado durante tres días era toda una incógnita. Por mucho que hubiera leído al respecto en los blogs y en las páginas web, ¿mi cuerpo reaccionaría como el del resto de la gente? Eso lo iríamos viendo minuto a minuto. Lo más lógico es que en esta semana se acumulen las reacciones a la quimioterapia. Así que, el plan era sentarse y esperar.
Desayuno anti-efectos secundarios
El jueves pasado fue el día después del “bombardeo nuclear” al MONO. Destrucción masiva. Habíamos arrasado sus tropas y, por desgracia, también las mías. Los llamados daños colaterales obligaban a actuar de emergencia. Me tenían que poner una inyección subcutánea para darme un refuerzo a las defensas. Mis escudos estaban al mínimo y la situación se podía convertir en peligrosa. Recibí a quien tenía que ponerme el medicamento en la cama. No podía tenerme en pie. Así pasaron los tres primeros días de “lluvia acida”. Sin signos de dolor, pero con las sensaciones más extrañas que hubiera podido imaginar. A los constantes mareos y ganas de vomitar se le unían todo tipo de molestias extrañas. Encima tomo una medicación para prevenir los vómitos. En fin, todo un catálogo de tortura china que me es difícil explicar porque algunas son un poco escatológicas. La principal, y única de este último tipo que voy a mencionar, fue un estreñimiento brutal. 
El que más daño me ha hecho ha sido el insomnio. Durante dos días, la noche se convirtió en una película de miedo. Mis fantasmas me rodearon: los laborales, los personales y los sanitarios. Parecía un episodio de “The Twilight Zone”. Yo siempre duermo bien. Nunca he tenido problemas de sueño, así que no estoy preparado para cuando los párpados no te obedecen. Cuando estás tan flojo ni la música, ni la radio, ni la lectura te ayudan. Todo te cansa. Pero ese cansancio no sirve para sintonizar el sueño reparador, y los ojos se quedan colgados de las rendijas de la persiana.

Primera salida: cansado en Islares (Cantabria)
El domingo comencé a percibir un poco de alivio de tregua atómica. El menú estaba ahora compuesto por molestias en las uñas de los pies y de segundo plato las piernas se me durmieron. Se me durmieron por lo que no había dormido en las noches anteriores. Y se quedaron tan insensibles que me tenían que ayudar a levantarme del sofá para poder ir al servicio. Todo esto ha ido mejorando durante la semana y ahora sólo quedan unas molestias en la pierna derecha. El susto ha llegado este martes, he vuelto a tener fiebre por la tarde. Unas décimas para mí son una señal de alarma. Mañana llamaré al hospital para saber si realmente me tengo que preocupar o no. Hasta entonces vivo en mi compartimento estanco llamado día 19 de julio.

Durante estos días de efectos secundarios, Carlos me ha enviado el single de la canción  Soon. Me ha hecho muy feliz. Lo tomo como préstamo hasta que consiga mi copia. Como coleccionista de discos, me gusta conservar mis vinilos y prefiero que mis amigos conserven los suyos. Así que, Carlos: la estantería de tu discoteca llega hasta Bilbao. Además estos días pienso en él. La razón es porque también le han diagnosticado una cosa seria y desde aquí le mando todo mi ánimo. Este mes es fundamental para su tratamiento. Carlos, no pierdas la concentración en la carrera y saltarás el último obstáculo con éxito, ya verás. Disciplina.

Pronto, pronto la luz...
Había previsto evitar uno de los efectos secundarios más desagradables que nos suele afectar a los que tomamos quimioterapia. La caída del cabello. No me apetecía que se me cayera el pelo a mechones. Me pareció una buena idea estar esperando este momento bien rapado. Cuando hablé con el hematólogo que me trató hasta el diagnóstico, el médico me indicó que con la medicación se me caería el cabello. “Pero con  la calva que tienes no creo que te afecte mucho. Ja, Ja.”, y se partía de risa el galeno. Hombre, pero por los lados y atrás lo tengo bastante largo. Esta es una de las razones principales por las que tengo problemas a la hora de ducharme y lavarme la cabeza. Me cuesta lavarlo con el brazo izquierdo metido en una bolsa de plástico mientras me ducho.

Última con pelo
Tenía todo organizado para que fuera ayer miércoles cuando Walter Baggi me “cortara la coleta”. Así que, Mayte me llevó en el coche hasta el Salón Central, la peluquería de Walter. En condiciones normales el trayecto es un paseo de 500 metros, cuesta abajo hacia la playa, pero esto en mi estado se convertía en un raid de aventura de cientos de kilómetros por tierras peligrosas. En el coche siempre está pinchada la radio de EITB, es como si el dial se hubiera oxidado ahí. Al aparcar comenzó a sonar una canción que yo conocía bien, incluso la había tocado en directo hacía muchos años. Me quedé sentado en el coche hasta que acabó. La casualidad hizo que fuera la última canción que escuché antes del cambio radical de imagen. Se titula “Xumea” y está cantada en euskera, la lengua vasca. Xumea significa humilde, y es un tema que me transmite mucha alegría.
Walter at work
Durante una temporada entre 2004 y 2005 estuve tocando con Txuma Murugarren, el autor de la canción. Me integré en su banda para la gira de presentación del disco que habíamos producido en mi estudio. El álbum se tituló como “Las luces del coche de mi hermano (el hombre, el ser, la enfermedad)”, “Nire anaiaren kotxeko argiak (L´homme, l´être, la maladie). Las canciones que trajo Txuma para aquel trabajo eran una materia prima de primera. Fueron momentos de gran inspiración. La primera vez que me sentí a gusto produciendo un disco. Y, he de confesar que aquel álbum es uno de los pocos que he vuelto a escuchar recurrentemente después de terminarlo. No suelo volver a escuchar las producciones en las que estoy involucrado. Es como pasar página. Mientras grabas, mezclas y produces, oyes tantas veces el disco que agotas su ciclo de vida de escucha. Estás saturado. 
Quedan 5 meses
Guardo con gran cariño aquellos tiempos junto a Txuma Murugarren. La canción “Xumea” pertenece a un disco titulado “Hegazkinen Arima”, “El alma de los aviones”, y era perfecta para animarme la tarde. Para darme ese puntito de valor y seguir dando otro paso más en ese viaje que estoy haciendo. Para que Txuma siga sonando en la radio, y que cuando suene sigamos diciendo: “Mira, tu amigo”. Y para pensar en que, en todas las lenguas se dicen cosas bonitas. 
Nuevo Look, mirando al oeste. Viendo el futuro.
Es humilde mi interior,
humildes mis pies terrenales,
humilde mi vestido y el color de mis ojos humilde.
Humilde, también, mi cuerpo débil,
humildes mis huesos y entrañas 
que filtran humildemente el oxigeno,
son humildes mis pulmones.
Soy humilde de aspecto y en verdad,
como las gramíneas orgullosas 
meciéndose de un lado a otro con el 
viento templado de la primavera.

Txuma Murugarren - Xumea



miércoles, 18 de julio de 2012

Pobre Patria / Povera Patria


Intentaba recordar cuándo vi la cara de Franco Battiato por primera vez. Seguro que fue a principios de los 80 en alguna actuación en Televisión Española. La misma en la que había programas tan alucinantes como “La Edad De Oro” o “La Bola De Cristal”. La misma en la que ahora despiden a gente por estar en el bando que no controla el poder. El artista siciliano tiene un rostro peculiar con esa nariz inmensa y esas gafas enormes. Más peculiares eran las letras de sus canciones. No había ningún artista sonando en las emisoras comerciales que dijera cosas semejantes a, “Busco un centro de gravedad permanente que no varíe lo que pienso de las cosas y de la gente” o “Por la tarde retorno con desgana y aburrimiento. No sirven excitantes ni ideologías. Se quiere otra vida”. Aquellos textos se soportaban sobre unas musiquillas comerciales demasiado “vulgares” para la élite, con conceptos demasiado avanzados para la gente, que los ridiculizaba. Para muchos de nosotros era Franco “Nappiato”, por lo de la nariz. Y la cosa no pasó de ahí. Bueno, con mi afán de explorador me compré su álbum “El Arca de Noé”. Después de escucharlo durante unos días, durmió en la estantería durante casi 10 años y me olvidé de Battiato.
En la búsqueda de inspiración para un trabajo, volví a escuchar aquellas canciones en italiano. Entonces me entraron ganas de conocer más sobre las creaciones que había realizado el dueño de aquella nariz de la que nos partíamos de risa en los 80. Descubrí todo un mundo de estilos desde la experimentación electrónica, pasando por sólidos discos pop y óperas. Sí, óperas en toda regla. Con orquestas, sopranos, barítonos y tenores. Encontré un artista que se inspiraba en Gurdjieff y en las antiguas filosofías de Oriente Medio y del Extremo Oriente para hacer sus canciones. Un tipo que con 67 años sigue dando alas a su espíritu creativo, el año pasado editó otra ópera. Además de un hombre comprometido, que le importa un huevo poner a parir al gobierno italiano en el single de su último disco de canciones, Inneres Auge (el ojo interior). Un ser que no necesitaría bajar en zapatillas a la puerta de su lujosa urbanización (si la tuviera) para hacerse fotos con los mineros que pasan y cantarles un par de cancioncillas para promocionar su decrépita carrera o tocarles la gaita (el instrumento) para salir en los periódicos porque con la gaita ya no hay nadie que le escuche. Este no es el caso de Franco Battiato y sí de los artistas del mainstream español, que siempre han estado al sol que más calienta.
Estar atado a una enfermedad supone batallar en dos frentes: el sanitario y el cotidiano. No podemos olvidarnos de lo que pasa a nuestro alrededor. Y no nos podemos cerrar como una ostra invocando a que soy el centro del mundo. La vida sigue a nuestro alrededor y, no ocurre lo que comentaba el otro día: cuando estás en urgencias el mundo se para. El mundo no se para y lo que está pasando estos días puede tener influencia en muchos de los factores que tocan a tu tratamiento y a tu vida personal y profesional. Porque pasan un montón de cosas que van a condicionar tu vida desde el momento en el que un médico, dentro de unos meses, te eche un sello en el pasaporte de tu vida que ponga: ALTA.
El pasado miércoles entramos en el hospital por la mañana a por la tercera parte del primer ciclo de quimioterapia, justo cuando el presidente del gobierno español comenzaba a hablar. A la salida del hospital cuando ya la tarde se entrega a la noche, en la radio del coche sonaban las noticias que contaban la medidas correctivas contra los que hemos causado la crisis. Los culpables de todo somos los parados, los funcionarios, los pensionistas, los autónomos, los enfermos y los estudiantes. Los políticos que prometen lo que luego no cumplen, no tienen ninguna responsabilidad. Los bancos parece que son las verdaderas víctimas y por eso hay que ayudarles. Y los demás: “que se jodan”. Como dicen en el Parlamento Español en un espectáculo lamentable e indignante a la que nos tienen acostumbrados esta casta infame de políticos.
En ese espacio de tiempo a Mayte le habían quitado una paga extra y probablemente le han reducido los permisos para acompañarme a las terapias. Pienso que a quienes me atienden en el hospital también les han robado un dinero. A mi madre que vive de su pensión, también le roban. A mí que soy autónomo, y al que en esas noches de insomnio que me regala la quimioterapia la cama se le llena de fantasmas, también me roban. 


Sí, pero el futuro de todos los políticos
Esos fantasmas tiene que ver con mi salida del mercado profesional. ¿Podré volver a abrir mi negocio cuando esta locura se acabe? ¿Volveré a tener clientes? ¿Por qué me ha engañado mi seguro? ¿Ya no le salgo rentable? Hay que manejar esto, si no te vas al pozo. Mi amigo Rafa me suele decir que, “Cuando las cosas pintan negras, sólo pueden mejorar”. La vida continúa y tú tienes que estar en esa vida. No puedes abatirte. Porque si luchas para dominar la enfermedad también tienes que luchar por lo que todavía tienes que es la dignidad y el respeto a ti mismo. Estos días están siendo muy duros por los efectos secundarios de tratamiento. Pero a mi cuerpo sólo le duelen las sombras del fuego en Valencia y los pies de los mineros.
Al compartir la vida con Mayte también compartimos a Franco Batiatto. Le hemos ido a ver tres veces en los últimos 5 años. La primera vez, fuimos a verle a Roma. Estuvimos en aquella Notte Bianca de septiembre de 2007 en la Plaza del Campidoglio. No cabía un alma en el espacio que hay entre los Museos Capitolinos y el Ayuntamiento. La gente cantaba todas las canciones incluso las nuevas. Te das cuenta de que Battiato es algo más que un cantante pop entrado en años. Todo el mundo enloquecía con sus grandes éxitos, pero hubo una canción en la que la gente también explotó con las primeras notas de piano, haciéndose el silencio cuando comenzaba la voz. Luego el murmullo iba creciendo hasta que la gente tomó el mando de la canción como si fuera un himno. Como si Italia se la estuviera jugando en la olimpiada cotidiana. La canción es Povera Patria. El tema abre el disco "Como un camello en un canalón" de 1991.

Battiato Plaza del Campidoglio, Roma 07.09.2007
El mensaje de Pobre Patria es un estado de ánimo que invade en estos momentos Europa. Nos han tomado tanto el pelo que todo está a punto de saltar por los aires. Ya no les creemos. Necesitamos hacer algo para que esas sombras oscuras se cambien por luces brillantes. Y, aunque tengamos una enfermedad, tenemos que seguir comprometidos con el mundo en el que vivimos haciéndolo mejor cada día, porque la vida pasa sin avisar. Sin que nos demos cuenta, la pesadilla se habrá acabado y todo cambiará; a mejor. Todo cambiará a mejor. Ya lo verás.
INNERES AUGE
Por el afilado punto de vista sobre los causantes de la crisis, gracias a Paco Álvarez de “La bolsa o la Vida” http://noledigasamimadrequetrabajoenbolsa.blogspot.com.es/

Povera Patria versión en italiano

Pobre Patria versión en castellano


lunes, 16 de julio de 2012

Sueño Del Regreso / Dream Of The Return


La música golpeó en mis venas y libró mi corazón. Describir el mundo de mi enfermedad con música es una manera de mantenerme conectado con la vibración positiva. Mucha gente pensará que es más un blog sobre música que sobre leucemia; ambos mundos no los puedo llevar separados. Si hay más música, la leucemia pierde. Si hay más leucemia, la música pierde y yo me hundo. Hubo un tiempo, hace pocos meses, en que la música dejó de sonar. La oscuridad se apoderó de nuestra vida cuando mi DJ interno perdió su puesto de trabajo porque alguien nombró a dedo un nuevo director de orquesta: La enfermedad. Afortunadamente, volvió la cordura y volvió la música. Su sonido levantó la persiana para ver todo ese cielo que viene por el oeste y que ilumina nuestra casa.
Los cielos del oeste
Esta semana está siendo muy especial: ¡He recibido carta de casa! En el recuerdo está ese post titulado Going Home, Yendo a casa, en el que hablo del camino a la sanación. Estar sano yo lo llamo estar en casa. Esta semana he iniciado mi tratamiento de quimioterapia, esa ha sido la carta que he recibido.
Lunes 9
Estaba como un niño en el primer día de escuela, expectante y calibrándolo todo. Nos levantamos muy pronto. Había que estar a las 8:30 en el hospital. Tenía que ir en ayunas porque me iban a poner algo fundamental para mi tratamiento, algo que iba a darme tranquilidad. A mí, a mis manos y a mis venas tan machacadas en las últimas semanas. Un PICC (Peripherally inserted central catheter) es un catéter conectado a una vena. En mi caso, va insertado en el brazo izquierdo y del que salen un par de tubitos para conectar las mangueritas para los goteos.
La operación es sencilla de explicar: entras en un quirófano un poco especial; esa característica peculiar la proporciona una máquina de rayos y unos monitores de vídeo. Entré muy tranquilo porque me iba a liberar de la tensión que produce la búsqueda de las venas adecuadas para poner una vía, lo que siempre ha supuesto mi mayor temor ante el tratamiento. Las enfermeras te tranquilizan, pero como entré con tanto aplomo, comenzaron a hablar de sus cosas. El tema estrella fue el viaje de vacaciones a la Riviera Maya de una de ellas. La conversación se esfumó cuando llegó la operadora.
El pinchazo en la mano izquierda me devolvió a la realidad. Espero que este sea el último que sufren mis manos. Por ahí, me colocaron una vía para introducir líquido de contraste. Esa sustancia hace visibles las venas en el sistema de rayos. Un poco de anestesia local y manos a la obra. Creo que estuve una hora y cuarto dentro del quirófano. La mayor parte de la intervención transcurrió localizando una vena adecuada. Una vez localizada, introducen el filamento en dirección al corazón. No me dijeron a qué altura llegaron, pero la conclusión que saqué es que habían introducido un montón de centímetros de tubo por mi brazo. ¡Cómo mola! Tengo un brazo biónico.
Mi nuevo brazo biónico
Cuando salí del quirófano a las 11:15, sólo tenía ganas de comer. Ya me imaginaba en la cafetería devorando un pincho de tortilla, cuando la auxiliar me indicó amablemente que me traería un té con galletas y la enfermera trajo el “pincho de tortilla” en forma de bolsas llenas de líquido incoloro. No había tiempo que perder, iban a ser muchas horas de goteo.
Mi proceso de quimioterapia consiste en seis ciclos. Cada ciclo consta de tres días consecutivos de administración de los medicamentos sin hospitalización. Llegas, te inyectan y te vas a casa. Lo que se llama “Hospital de Día” ocupa el sótano de un pabellón. Hay butacas y camas en dos salas separadas. Este lunes me tocaba cama y Mayte disponía de una silla reservada a la persona acompañante.


Las bolsas ya colgaban del bastidor y las gomas atravesaban las máquinas que regulaban el flujo. El tratamiento consta de tres medicinas, pero había más bolsas que contenían productos para prevenir los temidos efectos secundarios y el daño de algún órgano esencial. Uno de estos últimos producía somnolencia y me quedé dormido. Me imaginaba que estaba en un lugar de aquellos que salen en las películas donde la gente iba a tomar opio y entraban en un estado de dormidera, porque apenas podía abrir los ojos por más que lo intentara.

The Cocktail: 1oz vodka + 1 oz Gin + 1 oz White rum +......
El hospital tiene sus protocolos de seguridad y antes de comenzar con cualquiera de los tres compuestos de los que consta la quimioterapia, la enfermera leía mi nombre completo en voz alta. No se pueden cometer errores cuando se manejan sustancias tan peligrosas. A unos nos va a dar la vida, pero si hay un error, a otros les puede causar un daño irreparable. Mi nuevo chisme implantado en el brazo tragaba y tragaba. Menuda ventaja habérmelo puesto. Si alguien tiene que seguir un tratamiento de este tipo, lo recomiendo. Te ahorras todos los pinchazos, incluso los de las analíticas y de las transfusiones. Además, su colocación es sencilla y no duele tanto. Ya veremos la experiencia de llevarlo puesto durante el tiempo estipulado. Mi tratamiento va a durar unos cinco meses y el PICC tiene una vida útil de seis.
El lunes se acabó con siete horas y media de goteo de quimioterapia. Un auténtico maratón acompañado de varios paseos al servicio a evacuar líquido y más líquido. Al final me encontraba un poco mareado, pero la vuelta a casa fue normal. Luego a responder a las llamadas telefónicas hasta que la garganta hizo crack. Me iba quedando afónico, tal vez, uno de los efectos secundarios de los que me hablaron sobre los problemas de garganta. Por lo demás, tenía apetito en la cena y dormí bien cuando me acostumbré a poner el brazo izquierdo en una posición cómoda. Bueno dormí relativamente bien en los intermedios de los viajes al servicio. 

GO WEST!!! GO WEST!!!
Cuando por la tarde volvía en el coche y Mayte conducía por la autopista hacia el oeste escuchando la radio de EITB, yo me preguntaba qué es lo que había cambiado hoy en mi vida. Aparentemente nada, pero mi ilusión me indicaba que todo iba a cambiar y encima a mejor.
Martes 10
He dormido bien y me voy a levantar con tiempo para experimentar cómo puedo ducharme llevando las vendas en el brazo. Me encuentro como en un día normal de trabajo. He descansado y me sorprendo de que no tenga signos de efectos secundarios, sensación de vómito, mareo o algo así. De momento, hasta que desarrollemos algún invento mejor, vamos a usar una bolsa de plástico para proteger el brazo. Es difícil ducharse con una mano y tener el otro brazo en alto como si estuvieras colgado de la barra del tranvía. Pero con la ayuda de Mayte, hemos pasado la prueba con nota.
El largo y lluvioso camino
Hoy toca sentado en una butaca. El mismo ritual de protocolo de seguridad, nombre completo y dos apellidos. Qué raro suena así, es como en la mili o en el colegio. Pero hoy sólo hay un medicamento. La sesión se acaba en una hora. Mientras el líquido entra, recibo la agradable visita de mis médicos, llenos de palabras de ánimo. Palabras que agradezco profundamente, porque nuestra situación es como la frontera entre el amor y el odio. Por menos de nada caes en el pozo.
Mi nuevo sistema operativo
Otra vez yendo hacia el oeste. He comido bien, pero me encuentro cansado y tengo que acostarme. El servicio sigue siendo hoy también el viaje preferido de mi organismo. Seguir evacuando líquido. Supone eliminar toxinas, ese es el plan, ese es el mini objetivo del martes.
Miércoles 11
Me encuentro un peldaño más abajo que ayer, más cansado. He dormido peor. Ya noto que algo está pasando dentro de mi cuerpo. Es como en la canción de Parálisis Permanente, aquella de “Tengo un Pasajero”: “Siento algo dentro de mi cuerpo una extraña sensación siento algo que se mueve dentro no se bien lo que siento”. Ese es el quid: No sé bien lo que siento, estoy raro.
El largo y tortuoso camino
Al llegar al Hospital de Día, me estoy encontrando peor. Mayte ha ido a aparcar el coche y estoy solo en la sala de espera. Cuando me levanto al escuchar mi nombre, todo me da vueltas. Voy dando tumbos por el pasillo hasta el control de enfermería. A la butaca con los pies arriba. Una botella de suero. La tensión por los suelos. 
Catatónico perdido
La sesión comienza tarde y me hacen una analítica. Estoy muy flojo pero el ritual arranca con la lectura de mi nombre escrito en la bolsa del medicamento. Apenas balbuceo una palabra afirmativa. Llega la doctora del Hospital de Día y le contamos que tomo una pastilla para la tensión. Ella cree que esa puede ser la causa de mi estado. Poco a poco me voy recuperando. Cuando la sesión está a punto de acabar llega mi médico.

La analítica que me han hecho refleja que los números de la sangre han bajado y que me tienen que poner sangre. Así que hay que sumar unos 80 minutos para preparar la sangre. Luego una hora y media por cada bolsa. Gracias al tratamiento, las defensas que sobran han bajado bastante. También las defensas que valen. Estoy en números muy bajos. Necesito que me inyecten una ayuda para las defensas.

Los cielos del oeste. GO WEST!!! GO WEST!!!
Lo que iba a ser una sesión de una hora se convirtió en un extenso periodo de 10 horas, lleno de momentos que sobrevenían inesperados, como en una improvisación de jazz. Un día muy largo y muy duro que convenía amortiguarlo con algo suave y relajante. En estos días llenos de química me he blindado escuchando un montón de discos de Pat Metheny. Le tenía tan abandonado que recuperarlo ha sido como una oleada de aire fresco. Recordaba cuando iba a los conciertos del guitarrista a finales de los 80 y principios de los 90. Le vi en unas 9 ocasiones. En Vitoria unas cuantas veces, en Bilbao, en Donostia y en París. Por precaución, este año no podré ir a verle al jazz de Vitoria, toca el día 20 de julio, me conformaré con los discos.
Tiene un disco que inspira mi texto y pone la esperanza en esa “Carta de Casa”. Se titula así: “Letter from home”. El álbum pertenece a la época que más me gusta del músico estadounidense, y es una obra maestra. Compré el vinilo cuando salió, el disco es de 1989. En la segunda cara había un tema que, cuando lo escuchaba en aquellos años, no sabía lo que iba a significar durante esta semana. Se titula “El sueño del regreso”. Está titulado en inglés como “Dream of the return”, pero está cantado en español. Está firmado por Metheny y Pedro Aznar, y cantado por este último. 
Pedro es un multi-instrumentista argentino que llevaba unos cuantos años integrado en el Pat Metheny Group. En la banda era la voz, el percusionista y a veces tocaba otros instrumentos de apoyo. El y yo tenemos la misma edad. Bueno, yo le saco 32 días, y está a punto de cumplir años el próximo día 23. Tiene una larga carrera a sus espaldas como artista y productor, aunque aquí es un completo desconocido. Su actitud ante la vida se puede apreciar en un programa de televisión argentino llamado “Encuentro en el estudio”. Allí explica con toda naturalidad cómo se iba adaptando a los cambios que la vida le ponía por delante. Como aquello de lo que traté en aquel post en el que hablaba de lo de ser flexible y doblarse como el bambú. Su música te podrá llegar o no, pero las experiencias de Pedro Aznar son ese ejemplo para seguir el OBJETIVO. 
“El sueño del regreso” es un título evocador y refleja los tiempos que voy a pasar en ese camino a casa. Esa travesía ha comenzado esta semana con mi primer ciclo de quimioterapia. Navegaré durante cinco meses por mi mar de tumor líquido hasta convertirlo en un océano lleno de vida.
Pedro Aznar en directo, Dream Of The Return
Al mar eché un poema
que llevó con él mis preguntas y mi voz
Como un lento barco se perdió en la espuma

Le pedí que no diera la vuelta
sin haber visto el altamar
y en sueños hablar conmigo de lo que vio

Aún si no volviera
yo sabría si llegó

Viajar la vida entera
por la calma azul o en tormentas zozobrar
poco importa el modo si algún puerto espera

Aguardé tanto tiempo el mensaje
que olvidé volver al mar
y así yo perdí aquel poema
Grité a los cielos todo mi rencor
Lo hallé por fin, pero escrito en la arena
como una oración

El mar golpeó en mis venas
y libró mi corazón