lunes, 13 de mayo de 2013

Las Calles De Londres / The Streets Of London

Nubes rojas a la cena, buen tiempo espera

Al lado hay dos mujeres. Una de ellas lleva pañuelo en la cabeza. Hablan de la preocupación de estar preocupada. ”Preocúpate de estar bien y de no preocuparte” le dice la que está sin pañuelo. Creo que su mal está muy avanzado y hablan de quimioterapia radical. Es duro escuchar esto cuando estás llegando a la meta y las analíticas van dentro de lo previsto. Con voz entrecortada, se dicen que vamos a ser ese veinte por ciento que sale de ésta. Su nombre suena en la megafonía de la sala, se llama Yolanda.

Luchemos, vamos a convertir ese 20% en 100%
Siempre se me ha dio mal el dibujo en la escuela. Por eso pinto con palabras en una libreta. Este retrato que he colgado en la entrada es real. Lo pinté cuando esperaba mi turno para la limpieza semanal del PICC. Esa sala llena de gente aguardando una palabra de esperanza entre tensión y emoción contrastaba con mis nervios de acero. Me consideraba extraño, venía a un trámite. Como el que va a una rutina, irme a limpiar el brazo al hospital era mi trabajo semanal. Y eso era todo lo que tenía que hacer para estar bien.

El brazo incorrupto. Las heridas de guerra: el punto
donde estaba el PICC y las marcas de las cicatrices
de las ampollas.
Ya no tengo que ir. El brazo se liberó hace unas semanas. Y ahora mi trabajo es tonificarlo y recuperar la movilidad después de estar nueve meses con un tubo desde el biceps hasta el corazón. Pero aunque ya no tenga que ir tan frecuentemente al hospital, recuerdo esos retratos de palabras. ¿Qué habrá sido de aquellas personas? De Yolanda y de su acompañante. De la anciana que decía a su hija “menuda mala suerte, empezar el tratamiento en el año 13”. Desde que MONO se subió a mis hombros vivo más despacio, soy más humilde. Cuando vi aquellas tres letras en aquel informe de Osakidetza: LLC, se me quitó la estupidez. Me di cuenta de la cantidad de gente que sólo se conforma con vivir en dignidad. Que cuando yo sentía que estaba mal, todavía había alguien que estaba peor. Y éste no es el consuelo de tontos, sino que me daba más ganas de ponerme bien para reclamar ayuda para el que está mal.

Es hora de reencuentros con los amigos con los que la
leucemia puso la barrera. Con Joni delante de su tienda
de discos en el Record Store Day 2013.
Ahora que he dedicado un tiempo a reflexionar sobre estos últimos dos años, releo en mis recuerdos la letra de una canción. Cuando la escuché las primeras veces, sólo entendía su título. Tendría unos catorce años cuando oí por primera vez “Las calles de Londres” en casa de un amigo. El disco no estaba editado aquí, pero alguien lo había traído de Inglaterra. El autor es Ralph McTell, un cantautor inglés con muy fuertes influencias del blues rural americano. Apareció en su segundo disco “Spiral staircase” en 1969 y la grabó en una sola toma, guitarra y voz. Ralph todavía sigue activo, porque los músicos no nos jubilamos nunca. 


Buscándose la vida en las calles de Londres

Años más tarde, el sello Guimbarda especializado en folk lo rescató y lo editó en España en formato doble. Entonces entendí la letra. La canción habla de la soledad también mediante retratos de gente. Y el mensaje es que cuando piensas que tu estás mal, hay gente que todavía está peor. Deja esa puerta abierta a la esperanza, porque no hurga en la desgracia de los personajes que viven ignorados por la sociedad. Ellos viven su vida así y no piensan más que en seguir viviendo. Se iba a titular “Las calles de París” debido a las experiencias de Ralph en la capital francesa durante en un viaje en auto-stop por Europa.


Nuestra vida no es miserable, es la lección que
necesitamos aprender.

"Has visto al viejo en el mercado cerrado
recogiendo periódicos con sus zapatos desgastados
En sus ojos no se ve orgullo
colgando en un costado están los periódicos de ayer
contando noticias de ayer.

Has visto a la anciana que camina por las calles de Londres
Con el pelo sucio y la ropa raída
No tiene tiempo para hablar, sólo camina.
Lleva su casa en dos bolsas

Cómo puedes decirme que estás solo y que el sol no brilla
Te llevaré de la mano por las calles de Londres
Te enseñaré algo que te hará cambiar de opinión..."


Cinco palabras valen más que cinco mil imágenes.

Recuerdo haber escuchado en una entrevista al cineasta José Luis Cuerda indicar que la palabra vale más que mil imágenes, porque al leer las palabras nos enseñan a leer imágenes y sonido. También dijo que Lalo Azcona, el periodista, le comentó una vez que los directores de cine debían de dejar de ir en taxi e ir en autobús para escuchar a la gente. Es curioso porque ahora pongo la oreja en las personas, cuando antes la ponía únicamente en mí. Escucho el sentimiento y la emoción, idiomas que no te enseñan en la escuela. Y cuando crees que todo el mundo tiene lo mismo que tú: una persona que te quiere y te cuida, que te acompaña en esa sala de espera donde los minutos se hacen eternos, que está allí para animarte cuando estás bajo y montar una fiesta cuando estás contento, entonces te das cuenta de que hay gente que está sola. Gente que sólo tiene compañía gracias a la ley de dependencia, o que está acompañada de su hijo en las sesiones de quimioterapia porque no tiene a nadie con quien dejar al chico. Niños que tienen que crecer de golpe. Personas que sólo tienen la compañía virtual de gente al otro extremo de internet.

Al otro extremo de la red siempre hay alguien que te está escuchando

Este post, que cierra esta trilogía del recuerdo que presenta algunas de la experiencias que he vivido durante los últimos dos años, quería dedicárselo a quien lucha o ha luchado en soledad. En especial a Analía y a Pedro. En dos líneas, Analía me dijo lo que me iba a pasar después de la quimioterapia. Algo que el médico nunca me dijo. Lo que demuestra que entre pacientes nos podemos ayudar, compartir realidades y generar solidaridad.

Aunque todo salga mal ahora, sabes
que subirá la marea para poder navegar
Una libreta me ha acompañado durante las esperas en el hospital. Anotaba ideas, porciones de texto para descargar la frustración ante las situaciones injustas que nos llegan de despachos a los que nunca tenemos acceso, retratos en letras de la solidaridad de la gente, el amor y el sufrimiento. Páginas amarillentas llenas de sensaciones y experiencias, pero en ningún momento dibujé la cara de la soledad.

Ralph McTell. The Streets of London. 1969

Ralph McTell. The Streets of London. En directo en 1986


Epílogo: Pánico en el hospital Parte 2



Parece que los que llevan traje y corbata no están
haciendo bien su trabajo.

Estos días nos han vuelto a apuñalar por la espalda. Cuando creíamos que todo estaba un poco tranquilo, nos han vuelto a quitar un montón de millones de euros para sanidad y para los dependientes. Hace unos días pasé por la recepción del Hospital de Basurto durante la concentración del personal sanitario para protestar por los recortes del consejero de sanidad del Gobierno Vasco. Un tal Darpón.


Oye Darpón: Los enfermos no somos clientes. A lo mejor
tú si que te sientes cliente porque la sanidad te importa
sólo como número. La tarjeta sanitaria lleva un número de
afiliado y no un código de cliente.



Al final, todos los que llegan a gestionar los derechos sociales y sanitarios hacen lo mismo y lo más fácil: deconstruir lo que estaba bien. Están a la órdenes de la economía y sus inútiles gestores. Que, en vez de recopilar el dinero que hay desperdigado en cuentas paradisíacas y regular esas atroces prácticas de piratería financiera para ricos, empobrecen a quienes les damos de comer. Apoyo la pelea por conservar la sanidad pública, e incluso mejorarla. Junto con la cultura y la investigación, es el futuro; y no el llenar los garajes del ministerio de defensa con 18 todo-terrenos SERT de 800.000€ la unidad para que queden obsoletos entre telarañas. El camino no es desalojar a la gente que protesta, sino unirse a ellos.



Firmas contra tijeras. ¿Quién es más fuerte?